Fragmento del libro
... Mientras Jacobo hablaba
con ellos, su mirada recayó casualmente en las tres jóvenes damas que departían
alegremente a pocos metros de dónde él se encontraba. Eran jóvenes y guapas,
dos de ellas resultaban atractivas a simple vista, pero la tercera, le produjo
una sensación harto incómoda y desconocida en el estómago.
No alcanzaba a verla por
completo, ésta se hallaba con el cuerpo parcialmente vuelto en dirección a la
entrada y, sin embargo, el perfil que mostraba a la luz de las arañas del
techo, consiguió captar su atención durante largo rato, atrayéndole
poderosamente.
Durante unos instantes mantuvo una feroz lucha interna, entre
mantenerse consciente y atento a la conversación en la que participaba y, por
otro lado, sentirse incapaz de evitar lanzar continuas miradas a la joven de la
cautivadora sonrisa. Ahora que ella se había vuelto y le ofrecía el frente,
supo que ya no podría retirar la mirada de ella por más tiempo.
En uno de esos momentos,
mientras miraba con insistencia a la muchacha, volvió ésta de suerte la cabeza
en dirección suya, cruzando su mirada con la de él. Al gesto instintivo de
Jacobo de levantar la copa en forma de saludo, le siguió un respingo del cuerpo
de ella que volvió bruscamente la cabeza y continuó charlando con sus amigas
disimulando su embarazosa reacción, como si nada hubiera visto.
En los siguientes
instantes se produjo un intercambio de miradas rápidas y huidizas, que
provocaron en él, un irrefrenable deseo por conocer a la bella muchacha que
devolvía fuego por los ojos. El corazón de Jacobo se aceleraba por momentos,
los latidos cabalgaban en su pecho creciendo en intensidad a medida que
transcurría la noche. En un descuido de sus fieles acompañantes, no pudo aguantarlo
más y se giró en dirección a Mario, en voz baja y aparentando una indiferencia
que realmente no sentía preguntó:
― ¿Quién es esa joven que
anda ensimismada en la conversación con sus amigas? Y señaló con la mirada a la
muchacha de la brasa encendida en los ojos.
—Laura Alba, querido, el
motivo y causa principal de esta fiesta. Es la protagonista de la puesta de
largo e hija de Cristóbal Alba, uno de los “grandes” amigos de tus padres.
Mario había empleado su habitual cinismo en la
respuesta, pues conocía de sobra que la familia de Jacobo y la de Laura, eran
enemigas irreconciliables.
—Es una belleza ¿no te
parece? no me extraña que haya atraído tanto tu atención.
― Es muy bella lo admito,
pero nos quedamos solo ahí, nada más. No inventes intenciones ni falsos
argumentos, que te conozco.
―Ya, pues Salamanca entera
no se queda ahí, te lo aseguro. Si observas durante unos instantes al grupo en
el que se encuentra ella, caerás en la cuenta del desfile continuo de pazguatos
y pusilánimes pretendientes, requiriendo una migaja de atención por su parte.
Sólo pueden aspirar a eso, pues también es sobradamente conocido en la ciudad, el
habitual rechazo por su parte al que conduce cualquier pretensión en ese
sentido.
―Ya veo, es una
rompecorazones sin sentimientos, que cumple la misma labor en el amor que la de
su padre en los negocios.
―Observo amigo mío, que
además del físico o la inteligencia, hay otras muchas cosas que los seres
humanos heredan de los progenitores, los enemigos.
―No hace falta que te
explique lo que le ha supuesto a mi familia la soberbia y la maldad de
Cristóbal Alba y sus amigos empresarios. No puedo por menos que mantener viva
mi ira hacia estos personajes, y no olvidar jamás ni un solo detalle de lo
acaecido.
―Pues harías bien en
aflojar un poco la cuerda del rencor si quieres intimar algo con la hija de
Cristóbal.
― ¿Intimar? ¿Por qué crees
que me interesa relacionarme con la hija de Cristóbal Alba, si ni
siquiera la conozco ni siento aliciente alguno en hacerlo?
―Por las miradas tan
embobadas que llevas lanzando desde que has caído en la cuenta de su presencia,
y que, por otra parte, has sido completamente incapaz de disimular. Yo diría
sin temor a equivocarme que pretendes que crea una cosa que es justamente la
contraria. Si tuvieras un espejo delante de tu cara, sabrías de qué estoy
hablando -Mario soltó una gran carcajada por su acertado comentario.
― ¿Tanto se me nota? -confesó
finalmente Jacobo, ante la perspicacia mostrada por su amigo.
―Mucho, mi querido Jacobo. Mucho. Harías bien en apagar el rictus encendido de tu rostro, si no quieres
chamuscar las cortinas del salón.
Jacobo dio un largo trago
a su copa y recuperó la compostura de inmediato. A pesar de mitigar en su
rostro la primera impresión sufrida, su corazón se negaba a atemperar los
latidos. Tenía que ser presentado a la joven y tenía que hablar con ella como
fuera. Sin embargo, sus atentos acompañantes se empeñaron una vez tras otra, en
presentarle a otros de los escasos amigos de sus padres que cruzaban por el
salón contiguo, arrastrándole del brazo en dirección suya. Como si de un niño
pequeño se tratara.
No podía decir que no, a
pesar de que lo único en lo que estaba interesado en esos instantes, era en la
bella mujer de blanco que le había impresionado el corazón tan profundamente.
Transcurrió bastante
tiempo entre aquellos nuevos allegados, pero él ya no tenía otra idea en mente
que el bello rostro de Laura. Lo buscaba afanosamente con la mirada en cada
persona que aparecía por la entrada de la sala, más todo era en vano.
La fiesta iba llegando a
su fin y ya no pudo aguantarse más. Con una disculpa inventada arrastró a su
amigo fuera del grupo y comenzó la búsqueda desesperada de la muchacha. La encontró finalmente dónde le había dejado. Ahora se encontraba a solas con sus
dos amigas, pero no estaba mirando en su dirección. Las piernas no respondieron
a sus órdenes y se quedó clavado en la puerta de entrada. Transcurrió un
minuto, dos, y Laura giró la cabeza como buscando algo o a alguien y sus
miradas se encontraron nuevamente. El destello que adivinó en la mirada de la
joven activó las piernas de Jacobo, que se pusieron en marcha.
Había decidido que ya era hora de conocer a la hija de Cristóbal Alba, la mujer que había hecho saltar su corazón en pedazos sin pretenderlo, y se dirigió ahora sí, decidido a su encuentro, sin apartar un solo instante sus ojos de los de la muchacha, que con un breve chispazo cargado de electricidad se cruzaron con los suyos...
Había decidido que ya era hora de conocer a la hija de Cristóbal Alba, la mujer que había hecho saltar su corazón en pedazos sin pretenderlo, y se dirigió ahora sí, decidido a su encuentro, sin apartar un solo instante sus ojos de los de la muchacha, que con un breve chispazo cargado de electricidad se cruzaron con los suyos...
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