LA LIBERTAD
Fragmento de mi libro EL ÚLTIMO HOGAR QUE NOS QUEDA
Mi padre y sus amigos decían y convencían al
mismo tiempo, que la “LIBERTAD” tenía que estar escrita siempre con mayúsculas,
porque con minúsculas se escriben las cosas que nunca quedan impresas en la
retina personal, ni en la de otros ojos ajenos.
Que con minúsculas
sólo se escriben las cosas que
merecen poco tiempo de dedicación
en la vida, porque ¡ésta resulta ser al final tan corta!.
Que con minúscula,
se escriben los pensamientos, las obras y las razones que apuntan corto y que
pierden importancia cuando éstas se alcanzan.
En fin, que con
minúsculas se escriben aquellas experiencias que la vida se encarga de
repartirnos de igual manera a todos, porque no tienen en su interior nada de
especial, porque se usan para poder llenar así con ellas los grandes huecos
dejados por las únicas sensaciones realmente importantes que nos hubieran abandonado.
Sin embargo, la
libertad, bendita palabra, tendría que escribirse siempre con mayúsculas porque
huele y se saborea despacio, porque tiene un suave tacto y se adivina en el
rostro de las personas que la disfrutan, porque se intuye, porque se desea y venera.
La libertad se gana
y se pierde. Se pierde entonces y por ello se aleja de ti. Y te la encuentras
de nuevo y no la haces caso, y entonces se vuelve a marchar y la pierdes la
pista.
Mi padre y sus
amigos decían qué, con minúsculas, se viven las cosas materiales que a nada
conducen, las que no aportan alegría ni desenfado, también los “dimes y
diretes” inocuos, aquellos que provocan indiferencia o generan una frialdad absoluta.
Versos, canciones,
y las normas. Nada como transcender al interior de cada ser humano para
escribir con mayúsculas esta palabra. Cuántos sinónimos encuentro, cuántas
verdades individuales entraña, el sufrimiento, el goce, la vida y la muerte....
Mi padre y sus
amigos dijeron y convencieron y también abandonaron todo lo que tenían por
escribir con mayúsculas esta palabra. Y ese fue su gran premio, o su tremendo
castigo a decir de otros. Y ese fue su premio o su castigo porque no pudieron
decir ni convencer a nadie más. No pudieron llenar con ello ningún otro gran vacío,
ni percibieron sensaciones
nuevas, poderosas e importantes, ni supieron escribir ninguna otra palabra con
mayúsculas porque no lo merecían.
Hay quién piensa
que con mayúsculas sólo puede escribirse una palabra al inicio de la frase o
después del punto y aparte, los nombres propios o las provincias, las calles y
los remites de correo. Eso forma parte de la gramática oficial, pero esos
eruditos conservadores están ciegos o terriblemente desinformados, o acaso les
falta el alma y el sentimiento. Están muy confundidos todos aquellos que así
piensan.
A veces me dicen
que las faltas de ortografía que cometo, al dibujar esa palabra con mayúsculas
en el blanco papel o en el “oído” de las personas, me puede generar problemas.
No
se puede ir escribiéndola así en el momento que a ti te parezca, ni en
cualquier lugar que tú decidas, ni así como así, ¿es que no te das cuenta de
ello?.
Copyright © faustino cuadrado (2013)