Fragmento del libro
EL REINO DE AKABA
—En estas tierras tan áridas
―aseguran quienes saben mucho de esto― se halla la entrada al
Reino de Helheim. Este reino pertenece al mundo de los
muertos, como tú ya sabes, y aquí, a diferencia del Valhalla,
dónde descansan la mitad de nuestros guerreros y nuestros héroes
más aclamados, moran y vagan por contra y para siempre, aquellos
seres fallecidos e inermes sin ningún acto heroico en su haber, sin
posibilidad de disfrute alguno de los placeres inherentes al
Valhalla. No debemos detenernos aquí más tiempo que el
imprescindible. Deberemos llegar al mar con la máxima rapidez
posible y abandonar de inmediato este peligroso lugar. Dejaremos pues
el campamento tal y como está y en cuanto acabemos la comida
reemprenderemos sin dilación la marcha.
Fue decir esto y otro profundo
cosquilleo me recorrió la espalda. Freya, al momento, señaló con
su dedo al frente mientras su rostro endurecía el gesto. Al hacer
visera con mi mano e impedir que me atravesaran los ojos los últimos
rayos de sol vivos, logré percibir a lo lejos y aprovechando el
contraste que me brindaban las últimas luces del ocaso, un grupo de
siluetas que se movían en dirección nuestra, figuras que simulaban
el caminar de los hombres pero que realmente no parecían serlo. Las
aún sombras se desplazaban unas veces erguidas y otras se echaban al
suelo, caminando a cuatro patas como si de animales se tratara. Se
iban dando empeñones y manotazos los unos a los otros y desde luego,
más pronto que tarde repararían en nuestra presencia. Ahogamos de
inmediato la hoguera con paletadas de tierra, aunque no confiábamos
del todo en que lo hubiéramos hecho a tiempo.
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