CUANDO
ESTOY CONTIGO
Déjame
que te la muestre. Necesito compartir mi secreta felicidad con alguien. Que te
diga a ti aquello que a veces no puedo decirle a ella cuando me mira y me
paraliza el pulso, cuando sus labios me insinúan todo sin decirme nada, cuando
el que me habla es su cuerpo y eso hace que el mío se estremezca con tan sólo
oírlo.
Siéntate un momento a mi
lado, por favor, y escucha lo tengo que decirte. Quizás así lo entiendas y te
hagas cargo. Necesito contártelo para poder respirar alguna vez y así puedas
comprender la razón de que a veces, me veas algo ausente o ensimismado.
Siento la necesidad de
expresar al mundo todo aquello que he sentido en mi única noche, la que me hizo
vibrar de pasión y de maravillosas sensaciones, la que me volvió a dar la vida
después de estar muerto.
A pesar de mi pasado, aunque
pueda parecerte mentira, con todo mi bagaje y cientos de profundas arrugas en
el alma, aún puedo estremecerme como hacía mucho tiempo que no lo lograba.
Es verdad que así me ocurrió,
bien lo sabe Dios, y a él lo tengo esta vez de mi parte.
Esa noche lo cambió todo, y
su perfume aún sigue acompañándome en cada momento que he vivido después.
Tengo en mis labios aún su
sabor, la marca de sus brazos en mi cuello cuando me hablaba al oído, al bailar
fundidos en el abrazo. Tengo su sensual boca sólo para mí, mía para siempre. Ya
nadie podrá separarla de la mía.
Permíteme que te cuente,
amigo mío. Toma un trago de la botella si lo deseas. Lo que sea, pero siéntate
a mi lado y consiente en que te cuente, cómo me sentí en esos momentos.
En esa noche existieron gratos
instantes, alegres y divertidos, pero por encima de cualquier otro aspecto,
existió un vuelco constante en el estómago, un tobogán de sensaciones
mareantes y sublimes, y a menudo pienso
que necesito curar el vértigo que aún padezco, y otras tantas veces, que todo
intento será inútil. Es más, no creo desear que ésta sensación me abandone y se
marche.
Mi mirada y la suya
coincidieron muchas veces, como cómplices de un precioso secreto que nos atañía
exclusivamente a nosotros y que no deseábamos compartir con nadie más, porque
era completamente nuestro.
Y mi deseo y el suyo deseaban
encontrarse a cada paso, en cada instante, pero ello no resultaba posible. Era
necesaria una excusa previa, y después de ésta, otra. Y éstas vinieron en mi
ayuda pues yo no podía hacer nada para provocarlo, o casi nada, pues una
promesa es una promesa, ¿no?.
Pero las promesas están para
incumplirlas en lo más intrincado de tu ser, porque cuando tu mente te dice que
no y tu corazón y tus entrañas te dicen lo contrario….. El primer beso fue
inocente, el segundo, al menos sospechoso, y al final, el último beso,
completamente culpable. Culpable de amor, porque así lo sentí en esos
instantes, culpable del poderoso deseo carnal y sensual en mi vientre, culpable
al final, por provocarme auténtica ira por lo corto y por lo breve, por saberlo
el último.
Sí, amigo mío, hubiera
deseado en esos momentos que el mundo se detuviese, que no sonara más la música
ni hubiera reloj que caminase, que sus brazos no se descolgaran de mi cuello y
que mi cuerpo no dejara jamás de estar fundido al suyo.
Su piel contra mi piel,
sintiendo sus turgentes senos clavados en mi pecho y su calor calándome los
huesos, percibiendo su feminidad extrema. Sus labios sobre los míos, dentro de
los suyos los míos. Nuestras lenguas fundidas en una sola. ¡Ay amigo mío! su
sabor. No se si te he dicho ya que su bendito sabor me acompañará siempre allá
donde vaya. Ves, otra vez me estremezco de pensarlo.
Aún me tiemblan la boca y las
manos cuando recuerdo mi sensual unión con ella, delante de todos. Mis manos en
su cintura y las suyas en mi espalda.
Soñé que mi sueño se cumplía,
y que por fin podría tenerla para mí solo, aunque fuera por un sólo momento,
aunque resultase del todo punto ficticio.
Sé que no podré tenerla
nunca, ¡no me lo repitas!, me hace mucho daño escucharlo. Pero en ese mágico
instante fue solo mía, lo juro. Supe que era solo mía y así me lo dijeron sus
labios, y su cuerpo, porque has de saber que su cuerpo me habló de forma clara
y rotunda.
Sentí que ella me deseaba a
mí tanto como yo la codiciaba a ella. Así quiero creerlo, no podría admitir lo
contrario. Por un momento fue solo mía….yo de ella lo seré siempre.
¿En qué piensas, amigo mío?,
¿acaso me crees un iluso? No, no lo soy. Quedaron muchas cosas en el tintero,
no pude decirle todo lo que llevaba
dentro. Por ella, se lo había prometido.
No pienses que no sé que voy
a tener que seguir manteniendo el tipo, aunque muera por dentro. Que a veces
tenga que mirar hacia otro lado cuando lo que mis ojos deseen, sea solamente
mirarla, y mis manos acariciarla y mi cuerpo poseerla.
Esos preciosos y profundos
ojos que me taladran de amor a cada instante, y que en esa noche, ¡Dios!, en
esa noche también fueron míos, egoístamente míos.
Ya lo sé. Cuando subimos al
taxi supe que era el principio del fin. Que tengo que consolarme apenas con su
recuerdo, con su pelo alborotado por la lluvia y su sonrisa eterna pintada en
la cara. Con el regusto de su boca fundida en la mía y el de su vientre
anexionado al mío. Recuerdo también, que no puedo quitármelo de la cabeza.
Confío, aunque sé que no es
sensato, en la posibilidad de una nueva noche de pasión definitiva y rotunda,
aunque ésta vuelva a ser efímera y yo siga manteniendo mi promesa, y no le
pueda hablar de amor eterno.
Prometo que únicamente le
hablaré de amor temporal, de manera
sencilla, muy bajito, en un leve susurro junto al oído mientras nuestros
cuerpos se unirán de nuevo y hablarán a través de la piel y la carne, como en
esa noche irrepetible.
Dime, amigo mío, si no fue
una inolvidable velada para un loco enamorado.