martes, 18 de noviembre de 2014








UN VÍNCULO DE AMOR


―Te levantaré un poco más la cabeza, mi vida, así podrás encontrar el pezón con mayor comodidad y la leche no te rebosará entonces por las comisuras de tu boca. Muy bien, eso está mucho mejor, cariño, ahora te resultará todo mucho más fácil ―le susurra embobada mientras sujeta su tierna nuca con el antebrazo izquierdo, ciñiendo al tiempo el babero a su cuello para salvaguardar en lo posible el pijamita de osos verdes pistacho y plagado de reflejos marrones que envuelve el frágil cuerpo de su hijo―.
        La cálida mirada de la madre se refleja en los iris del bebé, aún claros aunque indefinidos en su color por la falta de melanina. No obstante, existe un alto porcentaje de que finalmente imiten al azul del mar en los días de sol radiante.          
   Unos ojos que sin embargo mantienen la inmovilidad en su proyección, perdidos en su pequeño horizonte y al parecer, queriendo aprenderse de memoria el perfil y los colores de las mariposas que cuelgan del techo, bailando cada una de ellas al son del batir de sus livianas alas de papel.
    Arruga el bebé la nariz de cuando en cuando, como haciéndole ver a su madre que disfruta particularmente de la comida y de la grata compañía que ésta le brinda. Por un momento, el nene de escueta sonrisa y manitos rosadas, le regala una liviana sonrisa.
  ―Acabas de llegar a este mundo y ya te interesa todo. Acumulas tu mirada en lo que no conoces pero que bien te llama la atención. Así deberá ser siempre, cariño, no te pierdas nunca nada, descúbrelo todo. Y escuchar, prestar el oído a cualquier sonido y al menor detalle, deberás asimilar y aprender su contenido y su significado. Ahora todo parece fácil y llevadero, hasta divertido. Sin embargo, no siempre las cosas serán así, a menudo vendrán los cielos encapotados y las aguas revueltas, mas será siempre importante que estés preparado para ello, y sobre todo, muy consciente de que deberás luchar para salir adelante y nunca rendirte, jamás. A cada caída al suelo le deberá corresponder un nuevo levantar, mucho más fuerte y más decidido si cabe.
   Es muy importante cariño saber esto, llevarlo a cabo, la escurridiza felicidad que apunta la vida dependerá en gran medida de que lo hagas de esta manera.
   A ver, cielo, deja que te limpie un poco esa preciosa boquita que me comería a besos. La tienes muy sucia, cochinón...
   Mira, ángel mío, ahora solo puedes mover los ojos y un poco más los brazos y las piernas, pero cuando aprendas a caminar, cuando tu cuerpo se vea libre de las ataduras invisibles que aprisionan a los bebés, serás capaz de llegar hasta dónde tú desees. Las alturas te quedarán un poco lejanas aún, mas todo lo que quede al alcance de tus manos desearás que sea tuyo con premura, querrás disfrutarlo al máximo.
   Nos tocará a tu padre y a mi perseguirte incansables a los miles de sitios a los que pretendas llegar y conquistar. Tú esperarás aquella ocasión en la que no te estemos mirando para huir hacia lo desconocido, con pasitos cortos y rápidos, echando mano de cualquier cosa, carente de miedos y ajeno por completo a los peligros.
   No te preocupes por ello mi amor, siempre será así, aún cuando crezcas y te hagas mayor siempre me encontrarás de vigilia por ti, persiguiendo sin desmayo tu estela. Me hallarás acompañándote en tu camino y participando de tus sueños, por todo el transitar de tu vida aunque ya peines canas. Intentaré librarte de todos los peligros que te acechen y de todos los males que vigilan impávidos, el rápido transcurrir de los años. En todo momento estaré ahí, mi amor, a tu lado y en la sombra.
   La madre cambia de postura, se le ha dormido momentáneamente el brazo que soporta la cabeza del bebé que se ha quedado traspuesto, y con un suave movimiento le retira el pecho de la boca carente de dientes.
  ―¿Has acabado ya mi bien? ¿No deseas más leche? De acuerdo, deja que te levante y te limpie la cara. Así, apóyate en mi hombro y deja que palmotee suavemente tu espalda. Has de eructar, cielo, así no te dolerá la tripita y podrás dormir con placidez.
   El nene mira por encima del hombro sin lograr ver, creando al tiempo pequeñas burbujas de saliva que explotan entre sus labios y salpican el babero que protege la ropa de su madre. El bebe de tez sonrosada lo quiere decir todo pero sin poder hablar. Mueve ligeramente la cabeza, sin apenas control, y apoya su mejilla confiado en el hombro fiel de su madre, rindiéndose sin problema al pertinaz sueño que le visita.
  Su madre, aprovecha y golpea suave y rítmicamente la espalda de su hijo mientras celebran juntos el ritual del baile posterior a cada toma de comida.
   ―Si crees que esto es complicado, cielo, aguarda a la llegada de las cosas que están aún por venir. Porque tu vida apenas está comenzando, tus ojos solo conocen la luz de las mañanas en la habitación y las suaves sombras de las noches estrelladas. Pero llegará el día en el que acceda a ti la niñez en su punto álgido y que solo pienses en jugar y en divertirte, en esas maravillosas experiencias que luego de manera dolorosa al principio, echarás de menos, y en dónde la inocencia que maneja los hilos de la vida y resuelve los problemas, da paso al mundo de las graves decisiones, de las elecciones necesarias y obligatorias. Aprovecha estos y esos momentos cariño, no te los pierdas nunca, pues de ellos vivirán tus sueños adultos y tus propias realidades cuando ya seas inequívocamente mayor.
  La niñez es la época adecuada para investigar el contenido de las risas, el recorrido de los deseos y el alcance de tus sueños, pues ahí, en ese momento de tu vida, nada de todo ello acusará límite alguno, no existirán trabas que los impidan.
  Los gases que oprimen el interior del bebé ascienden presurosos como un torrente imparable por el pecho y se escapan de manera ruidosa por entre su boca, celebrando de esta manera una magnífica y provechosa digestión.
  ― Buen provecho mi niño, espero que te hayas quedado satisfecho. Veamos ahora si además has aliviado el vientre, eso sería fantástico. Si lo has hecho, te prepararé para dormir de inmediato. Deja que eche un vistazo, cielo, ¡hum! sí, parece que aquí tenemos una grata sorpresa. Creo que hemos tenido suerte y yo sé de alguien que va a sentirse muy cómodo cuando le libere de esta cochinada.
   La madre sonríe al bebé y éste consiente en devolverle la sonrisa en forma de reflejo facial. Al menos, parece estar de acuerdo con su madre.
  ―Te tumbaré y te limpiaré a conciencia, mi bien. Te cambiaré luego el pañal y estará entonces listo este señorito para irse a dormir sin más demora. Te dejo este beso como regalo por lo bien que lo has hecho, por todo lo que te amo, por aquello tan inmenso que significas para mi.
    El beso es largo y dulce. Las tiernas mejillas del bebe reciben el ósculo como con fruición, moviendo las piernas y los brazos con desenfreno, como si quisiera que no acabase nunca ese contacto tan íntimo entre madre e hijo, entre una vida recién otorgada y otra vida recibida.
  ―Mientras te beso y te aseo, escucha con atención lo que debo decirte para cuando seas un terrible adolescente. Escucha con interés estas palabras, pues es una de las épocas más difíciles y complicadas para cualquier ser humano.
   Aquí no valen las excusas, aquí solo cuenta jugar, crecer, vivir y ser feliz. Será el paso previo a la juventud y dependiendo del estado emocional en el que vivas esta etapa, así te irá en el futuro. Plantaremos entre los tres, tu padre, tú y yo las bases de ese futuro, separaremos la tierra debajo de tus pies e introduciremos tus raíces bien dentro. A continuación crearemos un cóctel de amor, respeto y dedicación y lo verteremos en el hoyo, tapándolo con la tierra y dejando que agarre. Luego, vigilaremos que el resultado crezca poco a poco, regaremos con juicio la tierra de respeto y de amor y la colmaremos de enseñanzas ciertas y de acciones de futuro. Creceremos al mismo tiempo, cariño, tú como hijo y yo como madre, será precioso conseguirlo juntos.
   El bebé bosteza cada vez con mayor frecuencia. El bienestar que le provoca la suave esponja enjabonada entre las ingles y la crema hidratante que le dispensa su madre entre suaves caricias, le complace verdaderamente, no solo le calma las molestias propias de la irritación de un pañal sucio, son también motivo de su particular nirvana en forma de trance previo al sueño, al momento más feliz que un bebé puede llegar a disfrutar.
― Ya hemos acabado mi cielo, vamos a dormir un buen rato. Ahora tienes que ser bueno y cerrar esos preciosos ojos que tienes para poder viajar al mundo de los sueños, al universo de los colores que estás comenzando a descubrir. Vamos pequeñín, tu cuna te espera.
   Mientras avanzan hacia la cuna, la madre derrocha ternura sobre el amado cuerpo que transporta en brazos, le colma de besos y de cantos que con total seguridad, ella recibió de otra boca y de otro corazón que también le amaron profundamente en su día.
  Con auténtica pena, debe depositar el cuerpo ya relajado de su hijo sobre la sábana plagada de dibujos y colorines. Acaricia sus pequeños pómulos con el dedo índice y le besa finalmente en la frente.
  ―Cuando llegues a la juventud y entres de lleno a vivirla, cuando acabes el colegio y comiences la universidad, cuando conozcas a una chica que te vuelva loco de amor y te haga perder babas por ella, que llene tu vida de sueños y de esperanza, cuando llegues a ese instante mágico que nunca olvidarás, en ese momento tan sublime, yo también estaré ahí, a tu lado, mas el otro sentimiento será tan fuerte y tan denso, que priorizará tu vida, tu día a día cotidiano.
    Yo velaré siempre por ti, te lo juro, aunque tu corazón pertenezca a otra persona y a otro corazón ajeno al mío. Serás mi pequeñín en todo momento, aunque te vistas ya por los pies y debas afeitar tu rostro cada mañana.
   Ahora duerme mi amor, descansa y sueña con el arco iris y el largo tobogán que lo conforma. Ahora es tiempo de soñar, ahora es tiempo de vivir y disfrutar, este es un tiempo para ti y para mi también. Yo cuidaré y velaré tu sueño durante toda la vida.