Amiga mía, este ingente esfuerzo de
atención y comprensión que te brindo, no debe evitar de ninguna de las maneras
decirnos a los ojos todo lo que pensamos. Es mucho más importante la verdad
desnuda que nuestros íntimos y egoístas sueños.
Tú no debes soportar, sin más apoyo
que tu entereza, tanto dolor, tanta tristeza y humillación por mi parte. Debes
rebelarte contra ello de una vez por todas, o estarás completamente perdida y
finalmente acabada.
Grítame, insúltame si resulta
necesario. Bríndame motivos suficientes para que pueda sentirme culpable por
todo ésto e intente convencerme con ello que debo abandonar de una vez por
todas mi intransigente postura. No me dejes creer que el futuro es solamente
sinrazón y reglamentos, y que yo estoy al mando del destino que aguarda y tú
sometida por contra a mis continuos desplantes.
Necesito que entiendas lo mismo que
yo entiendo, y que yo me vista de tu piel y de tus huesos, para poder sentir como tú y lograr además,
entenderte.
Que mi cuerpo no acompaña a mi mente
de continuo, es mucho más que cierto, es simplemente una verdad certificada.
Que mi locura viaja sin un rumbo
ordenado y sin un destino concreto, es otra verdad oficializada, se hace mucho
más patente con el paso del tiempo; y tú, ¿por qué sigues formando parte de
todo este penoso artificio y de este humillante montaje?
Mi cuerpo ya no me pertenece,
también resulta verídico. Camino a solas, tomo una vereda inadecuada y no te
espero, no miro nunca atrás cuando te retrasas por si me retrasas a mi al mismo
tiempo. Mi voraz y codiciosa soledad me arrastra por entero y yo te arrastro al
insondable abismo conmigo, enlazados por invisibles ataduras tejidas y curtidas por mi mano y por mi deseo, y no
nos queda ya cuerda suficiente ni saliente en la pared al que poder agarrarnos.
Miro con desdén hacia arriba y veo
con insigne claridad las nubes vaporosas que quedan lejanas; después vislumbro
el abismo, y la oscuridad y el silencio estremecedor de nuestra soledad se
retuercen profundos y lacerantes al final del pozo.
Caes a mi lado y al mismo tiempo, y
tus ojos se desorientan y me muestran una profunda confusión, desconoces la
verdad sobre si vas o vienes, si me amas o por el contrario me aborreces, y
mientras tanto, los ojos se nos llenan a ambos de vidriosas lágrimas por la
brutal velocidad que imprime nuestra caída. A mi no me importa en absoluto, a
ti, te atormenta en demasía.
Me miras a los ojos y luego observas
las negras profundidades que asoman cercanas, me hablas a gritos pidiéndome
algo, pero yo sólo oigo los latidos desbocados de mi propio corazón, y no puedo
ni quiero escuchar lo que dices.
Amiga mía, sálvate tú de mi infinita
locura, y si puedes y si tienes al final suficientes fuerzas, intenta salvarme
a mi contigo.
Mientras tú lo intentarás en vano,
silbaré entre dientes la letra de nuestra canción con entusiastas acordes de
alegría, y cantaré la música de nuestro moribundo amor hasta que se me quiebre
la voz o se me rompa el alma. La música y la letra te harán recordar lo que un
día fuimos, lo que un día aparentamos, aunque no se parecerán ya más a mi ni
generarán a tu persona, el más mínimo sentimiento reparador.
Yo vivo y discurro en las afueras de
todo, y tú, por el contrario, deberías poder reconocerme allí dónde ya nada es
importante y en dónde la vida continúa a pesar de nosotros.
Deberías comenzar a proponer lo
mismo que yo propongo, y chasquear los dedos para intentar desaparecer al mismo
tiempo. Ausentarte para siempre del lugar en el que no te reconoces, y
plantearte un nuevo amanecer, un nuevo lugar dónde pasar el resto de tu vida.
Libérate al fin de tu nefasta
confusión, de tus negros y corrosivos anclajes porque yo no regresaré ya más a
ti, porque yo ya no me acuerdo de nuestro pasado, porque yo ya no te quiero.