viernes, 12 de julio de 2013


 
 
ABRE LOS OJOS
por Faustino Cuadrado
 
 
            Amiga mía, este ingente esfuerzo de atención y comprensión que te brindo, no debe evitar de ninguna de las maneras decirnos a los ojos todo lo que pensamos. Es mucho más importante la verdad desnuda que nuestros íntimos y egoístas sueños.
        Tú no debes soportar, sin más apoyo que tu entereza, tanto dolor, tanta tristeza y humillación por mi parte. Debes rebelarte contra ello de una vez por todas, o estarás completamente perdida y finalmente acabada.
        Grítame, insúltame si resulta necesario. Bríndame motivos suficientes para que pueda sentirme culpable por todo ésto e intente convencerme con ello que debo abandonar de una vez por todas mi intransigente postura. No me dejes creer que el futuro es solamente sinrazón y reglamentos, y que yo estoy al mando del destino que aguarda y tú sometida por contra a mis continuos desplantes.
        Necesito que entiendas lo mismo que yo entiendo, y que yo me vista de tu piel y de tus huesos,  para poder sentir como tú y lograr además, entenderte.
        Que mi cuerpo no acompaña a mi mente de continuo, es mucho más que cierto, es simplemente una verdad certificada.
        Que mi locura viaja sin un rumbo ordenado y sin un destino concreto, es otra verdad oficializada, se hace mucho más patente con el paso del tiempo; y tú, ¿por qué sigues formando parte de todo este penoso artificio y de este humillante montaje?
        Mi cuerpo ya no me pertenece, también resulta verídico. Camino a solas, tomo una vereda inadecuada y no te espero, no miro nunca atrás cuando te retrasas por si me retrasas a mi al mismo tiempo. Mi voraz y codiciosa soledad me arrastra por entero y yo te arrastro al insondable abismo conmigo, enlazados por invisibles ataduras tejidas  y curtidas por mi mano y por mi deseo, y no nos queda ya cuerda suficiente ni saliente en la pared al que poder agarrarnos.
 
        Quizá, en algún momento, deberías valorar el pasado y barajar la idea de soltarte y dejarte ir, abandonarte en la vertiginosa caída que decidirá tu futuro.
       Miro con desdén hacia arriba y veo con insigne claridad las nubes vaporosas que quedan lejanas; después vislumbro el abismo, y la oscuridad y el silencio estremecedor de nuestra soledad se retuercen profundos y lacerantes al final del pozo.
       Caes a mi lado y al mismo tiempo, y tus ojos se desorientan y me muestran una profunda confusión, desconoces la verdad sobre si vas o vienes, si me amas o por el contrario me aborreces, y mientras tanto, los ojos se nos llenan a ambos de vidriosas lágrimas por la brutal velocidad que imprime nuestra caída. A mi no me importa en absoluto, a ti, te atormenta en demasía.
       Me miras a los ojos y luego observas las negras profundidades que asoman cercanas, me hablas a gritos pidiéndome algo, pero yo sólo oigo los latidos desbocados de mi propio corazón, y no puedo ni quiero escuchar lo que dices.
        Amiga mía, sálvate tú de mi infinita locura, y si puedes y si tienes al final suficientes fuerzas, intenta salvarme a mi contigo.
       Mientras tú lo intentarás en vano, silbaré entre dientes la letra de nuestra canción con entusiastas acordes de alegría, y cantaré la música de nuestro moribundo amor hasta que se me quiebre la voz o se me rompa el alma. La música y la letra te harán recordar lo que un día fuimos, lo que un día aparentamos, aunque no se parecerán ya más a mi ni generarán a tu persona, el más mínimo sentimiento reparador.
       Yo vivo y discurro en las afueras de todo, y tú, por el contrario, deberías poder reconocerme allí dónde ya nada es importante y en dónde la vida continúa a pesar de nosotros.
       Deberías comenzar a proponer lo mismo que yo propongo, y chasquear los dedos para intentar desaparecer al mismo tiempo. Ausentarte para siempre del lugar en el que no te reconoces, y plantearte un nuevo amanecer, un nuevo lugar dónde pasar el resto de tu vida.
       Libérate al fin de tu nefasta confusión, de tus negros y corrosivos anclajes porque yo no regresaré ya más a ti, porque yo ya no me acuerdo de nuestro pasado, porque yo ya no te quiero.