UN VÍNCULO
DE AMOR
―Te
levantaré un poco
más la cabeza, mi vida, así podrás encontrar el pezón con mayor
comodidad y la leche no te rebosará entonces por las comisuras de tu
boca. Muy bien, eso está mucho mejor, cariño, ahora te resultará
todo mucho más fácil ―le
susurra embobada mientras sujeta su tierna nuca con el antebrazo
izquierdo, ciñiendo al tiempo el babero a su cuello para
salvaguardar en lo posible el pijamita de osos verdes pistacho y
plagado de reflejos marrones que envuelve el frágil cuerpo de su
hijo―.
La
cálida mirada de la madre se refleja en los iris del bebé, aún
claros aunque indefinidos en su color por la falta de melanina. No
obstante, existe un alto porcentaje de que finalmente imiten al azul
del mar en los días de sol radiante.
Unos ojos que sin embargo
mantienen la inmovilidad en su proyección, perdidos en su pequeño
horizonte y al parecer, queriendo aprenderse de memoria el perfil y
los colores de las mariposas que cuelgan del techo, bailando cada una
de ellas al son del batir de sus livianas alas de papel.
Arruga
el bebé la nariz de cuando en cuando, como haciéndole ver a su
madre que disfruta particularmente de la comida y de la grata
compañía que ésta le brinda. Por un momento, el nene de escueta
sonrisa y manitos rosadas, le regala una liviana sonrisa.
―Acabas
de llegar a este mundo y ya te interesa todo. Acumulas tu mirada en
lo que no conoces pero que bien te llama la atención. Así deberá
ser siempre, cariño, no te pierdas nunca nada, descúbrelo todo. Y
escuchar, prestar el oído a cualquier sonido y al menor detalle,
deberás asimilar y aprender su contenido y su significado. Ahora
todo parece fácil y llevadero, hasta divertido. Sin embargo, no
siempre las cosas serán así, a menudo vendrán los cielos
encapotados y las aguas revueltas, mas será siempre importante que
estés preparado para ello, y sobre todo, muy consciente de que
deberás luchar para salir adelante y nunca rendirte, jamás. A cada
caída al suelo le deberá corresponder un nuevo levantar, mucho más
fuerte y más decidido si cabe.
Es
muy importante cariño saber esto, llevarlo a cabo, la escurridiza
felicidad que apunta la vida dependerá en gran medida de que lo
hagas de esta manera.
A
ver, cielo, deja que te limpie un poco esa preciosa boquita que me
comería a besos. La tienes muy sucia, cochinón...
Mira,
ángel mío, ahora solo puedes mover los ojos y un poco más los
brazos y las piernas, pero cuando aprendas a caminar, cuando tu
cuerpo se vea libre de las ataduras invisibles que aprisionan a los
bebés, serás capaz de llegar hasta dónde tú desees. Las alturas
te quedarán un poco lejanas aún, mas todo lo que quede al alcance
de tus manos desearás que sea tuyo con premura, querrás disfrutarlo
al máximo.
Nos
tocará a tu padre y a mi perseguirte incansables a los miles de
sitios a los que pretendas llegar y conquistar. Tú esperarás
aquella ocasión en la que no te estemos mirando para huir hacia lo
desconocido, con pasitos cortos y rápidos, echando mano de cualquier
cosa, carente de miedos y ajeno por completo a los peligros.
No
te preocupes por ello mi amor, siempre será así, aún cuando
crezcas y te hagas mayor siempre me encontrarás de vigilia por ti,
persiguiendo sin desmayo tu estela. Me hallarás acompañándote en
tu camino y participando de tus sueños, por todo el transitar de tu
vida aunque ya peines canas. Intentaré librarte de todos los
peligros que te acechen y de todos los males que vigilan impávidos,
el rápido transcurrir de los años. En todo momento estaré ahí, mi
amor, a tu lado y en la sombra.
La
madre cambia de postura, se le ha dormido momentáneamente el brazo
que soporta la cabeza del bebé que se ha quedado traspuesto, y con
un suave movimiento le retira el pecho de la boca carente de dientes.
―¿Has
acabado ya mi bien? ¿No deseas más leche? De acuerdo, deja que te
levante y te limpie la cara. Así, apóyate en mi hombro y deja que
palmotee suavemente tu espalda. Has de eructar, cielo, así no te
dolerá la tripita y podrás dormir con placidez.
El
nene mira por encima del hombro sin lograr ver, creando al tiempo
pequeñas burbujas de saliva que explotan entre sus labios y salpican
el babero que protege la ropa de su madre. El bebe de tez sonrosada
lo quiere decir todo pero sin poder hablar. Mueve ligeramente la
cabeza, sin apenas control, y apoya su mejilla confiado en el hombro
fiel de su madre, rindiéndose sin problema al pertinaz sueño que le
visita.
Su
madre, aprovecha y golpea suave y rítmicamente la espalda de su hijo
mientras celebran juntos el ritual del baile posterior a cada toma de
comida.
―Si
crees que esto es complicado, cielo, aguarda a la llegada de las
cosas que están aún por venir. Porque tu vida apenas está
comenzando, tus ojos solo conocen la luz de las mañanas en la
habitación y las suaves sombras de las noches estrelladas. Pero
llegará el día en el que acceda a ti la niñez en su punto álgido
y que solo pienses en jugar y en divertirte, en esas maravillosas
experiencias que luego de manera dolorosa al principio, echarás de
menos, y en dónde la inocencia que maneja los hilos de la vida y
resuelve los problemas, da paso al mundo de las graves decisiones, de
las elecciones necesarias y obligatorias. Aprovecha estos y esos
momentos cariño, no te los pierdas nunca, pues de ellos vivirán tus
sueños adultos y tus propias realidades cuando ya seas
inequívocamente mayor.
La
niñez es la época adecuada para investigar el contenido de las
risas, el recorrido de los deseos y el alcance de tus sueños, pues
ahí, en ese momento de tu vida, nada de todo ello acusará límite
alguno, no existirán trabas que los impidan.
Los
gases que oprimen el interior del bebé ascienden presurosos como un
torrente imparable por el pecho y se escapan de manera ruidosa por
entre su boca, celebrando de esta manera una magnífica y provechosa
digestión.
―
Buen provecho mi niño, espero que te hayas quedado satisfecho.
Veamos ahora si además has aliviado el vientre, eso sería
fantástico. Si lo has hecho, te prepararé para dormir de inmediato.
Deja que eche un vistazo, cielo, ¡hum! sí, parece que aquí tenemos
una grata sorpresa. Creo que hemos tenido suerte y yo sé de alguien
que va a sentirse muy cómodo cuando le libere de esta cochinada.
La
madre sonríe al bebé y éste consiente en devolverle la sonrisa en
forma de reflejo facial. Al menos, parece estar de acuerdo con su
madre.
―Te
tumbaré y te limpiaré a conciencia, mi bien. Te cambiaré luego el
pañal y estará entonces listo este señorito para irse a dormir sin
más demora. Te dejo este beso como regalo por lo bien que lo has
hecho, por todo lo que te amo, por aquello tan inmenso que significas
para mi.
El
beso es largo y dulce. Las tiernas mejillas del bebe reciben el
ósculo como con fruición, moviendo las piernas y los brazos con
desenfreno, como si quisiera que no acabase nunca ese contacto tan
íntimo entre madre e hijo, entre una vida recién otorgada y otra
vida recibida.
―Mientras
te beso y te aseo, escucha con atención lo que debo decirte para
cuando seas un terrible adolescente. Escucha con interés estas
palabras, pues es una de las épocas más difíciles y complicadas
para cualquier ser humano.
Aquí
no valen las excusas, aquí solo cuenta jugar, crecer, vivir y ser
feliz. Será el paso previo a la juventud y dependiendo del estado
emocional en el que vivas esta etapa, así te irá en el futuro.
Plantaremos entre los tres, tu padre, tú y yo las bases de ese
futuro, separaremos la tierra debajo de tus pies e introduciremos tus
raíces bien dentro. A continuación crearemos un cóctel de amor,
respeto y dedicación y lo verteremos en el hoyo, tapándolo con la
tierra y dejando que agarre. Luego, vigilaremos que el resultado
crezca poco a poco, regaremos con juicio la tierra de respeto y de
amor y la colmaremos de enseñanzas ciertas y de acciones de futuro.
Creceremos al mismo tiempo, cariño, tú como hijo y yo como madre,
será precioso conseguirlo juntos.
El
bebé bosteza cada vez con mayor frecuencia. El bienestar que le
provoca la suave esponja enjabonada entre las ingles y la crema
hidratante que le dispensa su madre entre suaves caricias, le
complace verdaderamente, no solo le calma las molestias propias de la
irritación de un pañal sucio, son también motivo de su particular
nirvana en forma de trance previo al sueño, al momento más feliz
que un bebé puede llegar a disfrutar.
―
Ya hemos acabado mi cielo, vamos a dormir un buen rato. Ahora tienes
que ser bueno y cerrar esos preciosos ojos que tienes para poder
viajar al mundo de los sueños, al universo de los colores que estás
comenzando a descubrir. Vamos pequeñín, tu cuna te espera.
Mientras
avanzan hacia la cuna, la madre derrocha ternura sobre el amado
cuerpo que transporta en brazos, le colma de besos y de cantos que
con total seguridad, ella recibió de otra boca y de otro corazón
que también le amaron profundamente en su día.
Con
auténtica pena, debe depositar el cuerpo ya relajado de su hijo
sobre la sábana plagada de dibujos y colorines. Acaricia sus
pequeños pómulos con el dedo índice y le besa finalmente en la
frente.
―Cuando
llegues a la juventud y entres de lleno a vivirla, cuando acabes el
colegio y comiences la universidad, cuando conozcas a una chica que
te vuelva loco de amor y te haga perder babas por ella, que llene tu
vida de sueños y de esperanza, cuando llegues a ese instante mágico
que nunca olvidarás, en ese momento tan sublime, yo también estaré
ahí, a tu lado, mas el otro sentimiento será tan fuerte y tan
denso, que priorizará tu vida, tu día a día cotidiano.
Yo
velaré siempre por ti, te lo juro, aunque tu corazón pertenezca a
otra persona y a otro corazón ajeno al mío. Serás mi pequeñín en
todo momento, aunque te vistas ya por los pies y debas afeitar tu
rostro cada mañana.
Ahora
duerme mi amor, descansa y sueña con el arco iris y el largo tobogán
que lo conforma. Ahora es tiempo de soñar, ahora es tiempo de vivir
y disfrutar, este es un tiempo para ti y para mi también. Yo cuidaré
y velaré tu sueño durante toda la vida.